¿Cuál es el origen del tabú de la menstruación en Occidente?

Los orígenes del tabú menstrual son muchos y requieren un importante estudio histórico, geográfico y teológico para entender por qué la menstruación sigue estando tan estigmatizada en 2020 en Occidente.
Desde la antigüedad, la menstruación ha sido objeto de mitos y creencias para describirla e intentar comprender su origen cuando la ciencia y la medicina aún no podían hacerlo. La menstruación se describía a veces como "sagrada", signo de "bienestar", y a veces como "peligrosa" y "signo de pecado", pero siempre se percibía como "poderosa".
En la mitología nórdica, por ejemplo, la deidad Thor tuvo que bañarse en un río lleno de la sangre menstrual de una giganta de la matriz del "Todopoderoso" para alcanzar la vida eterna.
Para la mitología griega, la sangre menstrual se considera incluso una sustancia poderosa y adictiva, el "vino rojo sobrenatural" ofrecido por Hera a los dioses.
Mientras que entre los mayas, la menstruación se asociaba a la magia negra y se consideraba un castigo. En los Vedas, la menstruación es incluso una manifestación del pecado del dios Indra, que tuvo que dividirse en cuatro partes para liberarse: árboles, agua, fuego y mujeres.
A continuación, los investigadores examinaron la interpretación de la menstruación en los textos de diferentes religiones: cristianismo, islam, judaísmo, hinduismo, budismo, sijismo, jainismo y sintoísmo.
Se dice que el sijismo es la única religión que aporta un enfoque muy positivo al tema en sus escritos. Así, esta religión considera que la menstruación es un proceso biológico ofrecido por Dios y se condena severamente la discriminación de las mujeres que menstrúan. Los demás textos religiosos son muy parecidos en cuanto a la forma de considerar la menstruación, y por tanto a las mujeres, como algo impuro.
Todas estas similitudes apuntan a que la impureza de la menstruación es espiritual e incluso peligrosa. Por ello, la mayoría de las veces se aísla a las mujeres, se las excluye, se les prohíbe tocar a otras personas y se les prohíbe participar en prácticas religiosas durante la menstruación. Casi todos los textos indican también la necesidad de tomar un baño purificador al final del periodo, para liberarse del pecado.
Por ello, los investigadores creen que los textos religiosos pueden ser el principal factor que, a lo largo del tiempo, ha difundido la creencia de que la menstruación debe verse con vergüenza y miedo. También creen que todas las interpretaciones mitológicas, religiosas y culturales del ciclo menstrual persisten en nuestras sociedades actuales y se reflejan en muchas actitudes negativas hacia la menstruación. Estos comportamientos los tiene todo el mundo: hombres y mujeres, independientemente de su origen social, así como la comunidad científica.
De hecho, la comunidad científica también ha tenido, no hace mucho, una fuerte influencia en este tabú. En la primera parte del siglo XX, en Estados Unidos, muchos investigadores médicos intentaron demostrar científicamente la peligrosidad del flujo menstrual tal y como se recoge en los textos religiosos. Se basaron en la teoría de la toxicidad de las menotoxinas en el flujo menstrual. Tuvo que ser un ginecólogo israelí, en los años sesenta, el que realizara experimentos con animales enfermos para acabar con esta teoría sexista y demostrar que eran las bacterias, y no la sangre menstrual, las que los mataban.
Si tales creencias pudieron tener un impacto tan fuerte en una comunidad como la científica, que se supone que está a la vanguardia de la evolución, no es de extrañar que su influencia aún persista en el comportamiento social, los métodos de educación y la comunicación.
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